ANÁLISIS ¿Por qué es austera la Semana Santa en Castilla y León?

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Roberto Jiménez

Valladolid. Los comercios apagaban las luces, los cines y teatros cerraban sus puertas, sonaba música clásica y no había terrazas porque el drama del Gólgota desfilaba el Viernes Santo en medio de «un silencio espeso, sombrío y doliente», como escribió Miguel Delibes en 1952 para la revista «Mundo Hispánico».
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Con tres adjetivos, el periodista y entonces incipiente escritor definió la idiosincrasia de la Semana Santa de Valladolid a través de unos rasgos que también identificó con la devoción y religiosidad popular de las ciudades de su entorno, porque «Castilla se muestra como lo que es: sobria, lacónica y llana», apostilló el novelista.

EN CASTILLA, LA PROCESIÓN VA POR DENTRO

La belleza de su Semana Santa, de sus procesiones «ha de buscarse, pues, en su sobriedad, su llaneza y su laconismo. Otra cosa sería una inconsecuencia, incompatible con nuestro temperamento», anotó Delibes sobre una tierra donde la procesión va por dentro hasta configurar una manera de ser y de estar en todos los órdenes.

Seis personas, especialistas en sus respectivos ámbitos y conocedores de la Semana Santa, explican a Efe algunas de las razones de esa singularidad: un escultor, un arzobispo, un alcalde, un escritor, un etnógrafo y un cofrade, parte de los cuales coinciden en el clima y el paisaje como factores coadyuvantes.

Ya lo anticipó Montesquieu en «El Espíritu de las leyes» (1748) cuando apuntó cómo las necesidades en diferentes climas «han dado origen a los distintos modos de vida, y éstos (…) a los diversos tipos de leyes», es decir: la costumbre adquiere rango de norma asentada durante siglos de generación en generación.

ECOSISTEMA Y CARÁCTER

«Siempre he creído que el paisaje imprime en sus gentes unas señas de identidad determinantes. La naturaleza y su climatología marcan una forma de vivir y de expresarse, de sentir, tanto en las expresiones artísticas como en sus creencias y rituales», explica el escultor Óscar Alvariño, autor de sendos monumentos dedicados a la Semana Santa en Palencia y Valladolid.

Por tanto, añade este profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, «la austeridad en Castilla y León es el resultado externo de un entorno que comparte una determinada afinidad al formar parte de sociedades que habitan muy cerca de la naturaleza: el ecosistema define el paisaje que nos cobija y, a la vez, nuestro propio carácter».

En la misma línea, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, sitúa en la naturaleza buena parte de una religiosidad popular «con pocos adornos» como consecuencia de lo que considera «la conjunción de un acontecimiento, un pueblo y una tierra». No obstante, la tendencia «a una cierta uniformidad cultural lo está cambiando todo», ha avisado sobre el riesgo de cierta globalización también en este aspecto.

«El acontecimiento que celebramos es un drama de salvación. El pueblo castellanoleonés que lo celebra ha valorado a lo largo de los siglos la importancia de mostrar lo esencial: nuestra tierra y clima son, en general, austeros y diáfanos en su manifestación», ha resumido el prelado.

IMÁGENES QUE HABLAN

De ese paisaje forman parte los pinos que las mejores gubias del Renacimiento y del Barroco (Juan de Juni y Gregorio Fernández) transformaron en imágenes de devoción, tallas donde el patetismo y la tragedia no perseguían el arte por el arte sino estimular la piedad, el fervor, la penitencia y la conmiseración populares de quienes las contemplaban en las calles.

Las procesiones «son austeras porque se realza con ello el mensaje que a través de las incomparables imágenes que desfilan nos trasladan los insignes artistas que las tallaron», apunta en esta línea el alcalde de Valladolid, Óscar Puente.

«Buscaban ahondar en el fervor popular, conmover a los fieles mostrándoles el sufrimiento y el dolor que se desprende de la Pasión y Muerte de Jesús, el Hijo de Dios», agrega el alcalde de la ciudad cuyas banderas consistoriales, en señal de luto, ondean a media asta el Viernes Santo o de la Cruz.

Abunda en esta senda el escritor y periodista José Delfín Val, Cronista Oficial de Valladolid y autor de numerosos libros y estudios sobre este tema, cuando afirma que la Semana Santa de Castilla y León es austera «porque no hacemos de ella una fiesta sino la conmemoración de una tragedia».

«Demos sentido a lo que se recuerda: la ejecución de un líder molesto al gobierno romano. Leamos al periodista Juan el evangelista y luego reflexionemos», ha propuesto.

¿AUSTERIDAD?

La Semana Santa en Castilla y León es austera si nos atenemos al concepto de rigurosidad en el cumplimiento de sus normas y preceptos, no tanto en su puesta en escena porque no se escatiman medios, ha reflexionado el presidente de la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Valladolid, Miguel Vegas. En cualquier caso, ha añadido, «las gentes de Castilla exteriorizamos el sentimiento de otra forma, los tenemos más interiorizados».

Para Joaquín Díaz, etnógrafo y musicólogo, el «orden y la sobriedad» sí caracterizan los desfiles, pero no puede decirse que ‘austera’ sea la palabra «más indicada para referirse a ellos», al menos en el caso de Valladolid, donde las tallas se encargaban a los más afamados imagineros «y tardaban varios años en pagarse, lo cual quiere decir que la sencillez no era barata». EFE

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